Letras, Reflexiones

¿Cuándo empezamos a temerle al amor?

Imagen de Lucija Rasonja en Pixabay

¿Qué pasa cuando tienes tanto amor en el corazón y no encuentras con quién compartirlo?

Terminas dándoselo a quien no debes, a quien no lo valora, ¿verdad?

Y entonces cada vez más te convence la idea de que encontrar a alguien que no tema recibirlo es un imposible.

Hoy en día todos huyen. Nadie se quiere comprometer.

Se escudan en querer preservar su «independencia», su «libertad», pero esto no es más que el individualismo en pasta.

Las personas quieren construir, pero solas.
Quieren crecer y evolucionar, pero a su manera.
Quieren organizarse y progresar, pero bajo sus propias reglas.

¡Ay de aquel que se atreva a decirles algo!

El uno solo busca al otro cuando lo necesita, cuando tiene algo de tiempo, cuando anhela compañía, pero cuando ese otro es quien lo busca, el uno desaparece.

«No tengo tiempo», «estoy ocupado», «no me comprendes»…

Y el otro se queda pensando en que debe ser paciente, en que preguntar está mal y en que querer saber cómo está el uno es un gesto innecesario.

«Debo confiar».

¡Bah! Esto es solo egocentrismo puro y duro disfrazado de amor propio.

¿Cuándo empezamos a preguntarnos si llamar o no, si escribir o no, si demostrar o no?

Dedicar tiempo se convirtió en nuestro verdugo. Y recibir tiempo, en un lujo.

¿Cuándo empezamos a sentirnos mal por querer amar con intensidad?

Esta sociedad líquida* que hoy es nuestra realidad nos ha llevado a dudar de todo, a cohibirnos, a ocultar parte de nuestra esencia por miedo a ser juzgados.

Nos bombardean a diario con mensajes como «no pongas expectativas sobre nadie», «hay que fluir con el mundo», «debes amarte mucho a ti mismo» (¿hasta que no haya espacio para amar a los demás?)…, etc., etc.

Esto es lo que nos tiene así, jodidos, con carencia de amor y egoísmo en demasía.

¿Qué de malo tiene sentir?
¿Por qué se condena tanto a quien prefiere amar sin límites?

Huimos de encariñarnos, de extrañar, de dedicar atención a una persona diferente a nosotros, pero no nos damos cuenta de que, con ello, también huimos de la vida misma, porque nuestra naturaleza es social y porque nadie puede escapar del tiempo. Lo que nos diferencia es la forma en que decidimos ocuparlo y a quién decidimos dedicárselo.

El problema es que ahora se cuida el tiempo con tanto celo que se sacrifica el amor.

Y entonces, quienes padecemos la indiferencia, nos refugiamos en el amor propio, cansados de poner nuestro corazón sobre brasas.


*La sociedad líquida es un concepto acuñado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman. Se refiere al «estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en el que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles». (Surio, A. 2008, 16 de octubre. Sociedad líquida. En El Diario Vasco. https://bit.ly/2vAchSi).

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